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Macron, el mesías que aún aprende a ser presidente

15 de agosto de 2017

Cien días después de la victoria de Emmanuel Macron, sólo uno de cada tres franceses está satisfecho con su nuevo líder. No obstante, esto no significa mucho, opina Christoph Hasselbach.

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Frankreich Emmanuel Macron Telefon
Imagen: Getty Images/AFP/M. Medina

Tras su espectacular triunfo, la revista británica The Economist ya tenía a Emmanuel Macron caminando sobre el agua. El joven político ya era, en efecto, celebrado casi como un 'mesías' de Europa, al haber liberado al continente de la pesadilla que representaba una posible presidencia de Marine Le Pen. Pero no sólo eso: Macron parecía haber desencadenado un nuevo entusiasmo por Europa, además de unir a los franceses. 

Así, el nuevo joven líder de 39 años trajo consigo nuevos vientos al país galo; Macron tenía algo para todos: mejor formación para los grupos menos favorecidos en la sociedad, rebajas de impuestos para los empresarios, un Estado fuerte para los inseguros, y para los conservadores, Macron se transportó en el vehículo militar descapotable y no en un sedan de civiles como su antecesor, Francois Hollande.

Por eso no extraña el gran entusiasmo por el joven presidente, pero lo que si extrañó a muchos fue lo rápido que se evaporo su aprobación. Entre los que se rebelaron están los empleados públicos, cuyos incrementos salariales busca limitar el mandatario. Pero también su mismo jefe del Ejército, el General Pierre de Villiers, que renunció al cargo en protesta a los recortes de presupuesto a su institución.

Después de las vacaciones viene la prueba de poderío

Macron todavía no ha sacrificado la vaca más sagrada: la reforma laboral. Tampoco se ha atrevido a cambiar las 35 horas laborales por semana que tanto le cuestan a la economía francesa. Y aún queda por resolver la problemática de las pensiones. La prueba de poderío le espera después de las vacaciones de verano, cuando los sindicatos cumplan con su promesa de entrar en huelga.

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Christoph Hasselbach

El triunfo de Macron tuvo muchísimo que ver con las opciones presentadas a los votantes en las elecciones, especialmente con la candidatura de Marine Le Pen. Muchos votaron por él no porque lo quisieran a él, sino para evitar un triunfo de Le Pen. De hecho, casi la mitad de los votantes, de acuerdo con los resultados de la primera ronda, eligieron candidatos que prometían alejar a Francia de la globalización. Aunque muchos le apoyaron en la segunda vuelta por pragmatismo, las preferencias de los votantes no han cambiado significativamente.

Entre los pragmáticos que votaron por Macron, también están los seguidores de Francois Fillon, quien no pudo reponerse del escándalo de nepotismo. Asimismo, sin la extensa ruina del partido socialista, el potencial político del joven Macron no se hubiese desarrollado probablemente. Por ende, resulta difícil que un líder mantenga felices a tantos escépticos y pragmáticos.

La transición rápida de la inexperiencia a jefe de Estado

Pero los problemas de Macron no son insuperables. Lo primero es llevar a cabo la reforma laboral y si esta logra mejorar la economía, entonces este esfuerzo dará frutos a principios de su mandato. Macron también cuenta con una buena figura a nivel internacional. De manera muy natural, el joven presidente está haciendo la transición de la inexperiencia a convertirse en jefe de Estado. Además, se beneficia del nuevo estado de ánimo predominante en Europa que se aleja del populismo y vira más hacia una política más seria.

Obviamente, nada de esto garantiza el éxito. Pero en Francia ya se ha aprendido la lección de que una oposición insensata a cada cambio siempre conlleva a una crisis nacional. Macron no es un salvador, aún cuando ironicamente lo apoden el "Júpiter". Sin embargo, el terrenal presidente tiene una buena oportunidad de avanzar como el reformador que Francia necesita.

Christoph Hasselbach (JCG/FEW)