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“La justicia social, lejos de lo que debe ser en democracia”

Maricel Drazer
26 de enero de 2021

“Las desigualdades son muy fuertes”, y la pandemia “las ha dejado en la superficie”, asegura el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel en diálogo exclusivo con DW.

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Kuba Friedensnobelpreisträger Adolfo Perez Esquivel
Imagen: DW/T. Käufer

Su defensa de los derechos humanos en tiempos de las dictaduras latinoamericanas fue reconocida hace 40 años con el Premio Nobel de la Paz. Pero su lucha continúa de manera incansable. Aún hoy, a solo meses de cumplir 90 años de edad. Siempre del lado de los débiles, de los desfavorecidos, de los sin voz.

Hablar con él, escucharlo, no solo es enriquecedor, sino que uno tiene la sensación de que en su vida cabe la historia actual del continente. Deutsche Welle dialogó con él desde su casa en la capital argentina.

Deutsche Welle: ¿Cuál es el grado de justicia social existente en Argentina y en Latinoamérica?

Adolfo Pérez Esquivel: La justicia social está lejos de ser lo que debe ser en democracia, que debe ser igualdad y derechos para todos y todas. Las desigualdades sociales son muy fuertes, pasa en la Argentina pero pasa en toda América Latina: en Brasil, en Paraguay… Y la pandemia ha dejado estas desigualdades en la superficie. En este sentido, todavía tenemos democracias muy condicionadas y restringidas.

¿Por dónde habría que empezar para generar una mayor equidad social, partiendo de la base de que existe la voluntad política necesaria para llevarlo a cabo?

Bueno, en primer lugar, por generar fuentes de trabajo. Nosotros venimos proponiendo la reforestación de los bosques nativos del país. Eso generaría fuentes de trabajo, un cambio ambiental, y la recuperación de las tierras áridas. Sería un modo de restablecer el equilibrio que se perdió.

El otro punto clave es la alimentación. No puede ser que en un país como la Argentina, productor de alimentos, haya gente con hambre.

Y la solución no pasa por las grandes empresas, por los monocultivos de soja, de maíz y de trigo con semillas transgénicas: esto está haciendo mucho daño.

La soberanía alimentaria se va a preservar a través del pequeño y mediano productor rural, y volviendo a las semillas orgánicas, porque las semillas transgénicas necesitan los agrotóxicos, como el glifosato, que provocan mayores desigualdades y la pérdida de territorios.

Un caso concreto: el famoso empresario Benetton, en tres provincias patagónicas, tiene un millón de hectáreas. Así le van quitando las tierras a los pueblos originarios: a las comunidades mapuches, tehuelches. Lo mismo pasa en el resto del territorio, en el norte argentino, en Salta, en Jujuy, en Tucumán, y también en Brasil, en Paraguay y en Chile.

¿Existen datos de la realidad que le permiten ser optimista? 

Hay tres grandes ejes que muestran horizontes de esperanza, de construcción colectiva, no solo en Argentina sino en todo el continente.

Por un lado, los pueblos originarios comienzan a recuperar su identidad, sus valores, su pertenencia, su lengua y su palabra, es decir, a revalorizar y saber quiénes son.

En segundo lugar, están los movimientos sociales, los sindicatos, las organizaciones sociales, con un fuerte intercambio intercultural, que fortalecen la posibilidad de reconocerse como pueblo.

Y el otro gran movimiento es el de las mujeres, que no necesitaron tomar las armas para lograr su participación en todos los ámbitos. Lo hicieron a través de presencia y resistencia social, cultural, política y espiritual también.

Y esto va cambiando la forma, la mirada de la vida, de la sociedad.

¿Y así como en su momento fueron las dictaduras, cuáles son hoy las amenazas para la paz en la región?

Mire, una es la tremenda deuda externa, que es la nueva forma de esclavitud impuesta a los mal llamados países del tercer mundo por la banca internacional. No se pueden transferir capitales a los centros de poder mientras la gente no tiene qué comer. Es como decía (el escritor uruguayo) Eduardo Galeano: "Más pagamos, más debemos y menos tenemos”.  

Luego, veo como una gran amenaza la política de los Estados Unidos en el continente latinoamericano y en el mundo, el bloqueo por ejemplo a Venezuela, que no permite ni siquiera el ingreso de medicamentos, los más de 50 años de bloqueo a Cuba.

Es decir, Estados Unidos no está jugando un rol solidario con la humanidad, sino de imposición de políticas de dominación.

Se dice que somos países democráticos independientes, pero esto no es cierto: las bases militares de Estados Unidos en América Latina son una amenaza permanente. 

Y la gran amenaza para la paz, es la otra pandemia: el hambre.

Como decía el médico brasilero Josué de Castro: "El hambre es la manifestación biológica de una enfermedad sociológica”. Y: "Los pobres no duermen porque tienen hambre, y los ricos no duermen porque tienen miedo a los que tienen hambre”.

La cuestión es cómo podemos llegar a dormir todos, si somos solidarios y tratamos de compartir el pan y la libertad, no la opresión. Y esa es la lucha que emprendemos a pesar de todo.

Lo cual vale especialmente en estos tiempos de pandemia ¿verdad?

Por supuesto. El ser humano debe cambiar sus conductas con la madre naturaleza. Debe perseguir una economía de desarrollo, con sabiduría en el uso de los bienes y recursos de la madre tierra. Y debe abandonar la economía de explotación, de voracidad del capital financiero sobre la vida de los pueblos.