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Cuando arremeter contra la “casta política” trae votos

Emilia Rojas Sasse
24 de agosto de 2023

Los políticos calificados de antisistema proliferan también en América Latina, ante el descrédito de la política tradicional. ¿Peligra la democracia?

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Protesta frente a la Casa Rosada, en Buenos Aires, con una pancarta en que se lee: "Gobierno mentiroso, ladrones, fuera".
Protesta en Argentina, por un escándalo en torno a vacunas anticovid, febrero de 2021.Imagen: Alejandro Pagni/AFP

"Nosotros no somos antisistema; el sistema es antinosotros”, coreaban hace ya más de una década los "indignados” en Madrid, en medio de la crisis económica que sacudía a España. Protestaban contra los bancos y contra los políticos.

Una corriente de descontento con características y acentos diferentes, pero asentada igualmente en el descrédito de los partidos tradicionales, ha encumbrado también en América Latina a figuras calificadas de "antisistema”. Es la etiqueta que identifica, por ejemplo, a Javier Milei, la gran sorpresa de las primarias argentinas, en las que obtuvo más del 30 por ciento de adhesión. Pero se le aplica también a un político completamente diferente, el recién electo presidente guatemalteco Bernardo Arévalo, un sociólogo de línea socialdemócrata y formas mucho más comedidas.

"Lo que sucede es que hay una confusión. Se está diciendo que serían antisistema muchos personajes que no se formaron en su origen como políticos profesionales, que no hicieron una carrera dentro de un partido político”, advierte en conversación con DW el Dr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

"El sistema no funciona”

El académico aboga por conservar el sentido original del término, como lo planteó el sociólogo estadounidense Immanuel Wallenstein. "Deberíamos conservar la idea de que es antisistémico aquel que concibe que la causa fundamental de los problemas que está enfrentando es el sistema capitalista y quiere romper ese sistema, quiere trascenderlo”, dice.

Bernardo Arévalo, presidente electo de Guatemala.
Bernardo Arévalo, presidente electo de Guatemala.Imagen: Gobierno de Guatemala/Wikipedia

En ese concepto no encaja el presidente electo de Guatemala. "Yo creo que Arévalo es simplemente un socialdemócrata, que quiere un capitalismo un poco más institucional, menos corrupto”. Y tampoco calzarían en ese molde Jair Bolsonaro o Donald Trump, a quienes no se debería calificar a su juicio como antisistema, sino como "figuras de la derecha política, porque eso es lo que ellos representan, un renacimiento de una derecha muy atrasada”, dice.

Lo que, sin embargo, los ha hecho escalar posiciones es su discurso contra la política tradicional. "Los candidatos antisistema surgen porque el sistema no funciona: la economía no crece, el poder adquisitivo está estancado y grandes sectores de la población consideran que la clase dirigente no comparte sus penurias”, indica el politólogo argentino Andrés Malamud, consultado por DW.

La "casta política”

El "descontento con los partidos tradicionales” es el caldo de cultivo del fenómeno. Según Andrés Santana, profesor de ciencias políticas de la Universidad Autónoma de Madrid, "en América Latina, el paso a nuevos partidos suele ser más fácil, porque los sistemas de partidos existentes suelen ser muy débiles”. Destaca, además, su componente personalista. "Los partidos cambian mucho cuando cambia el líder. Las posiciones están mucho menos ancladas”, dice a DW.

Javier Milei, votando.
Javier Milei, la opción "anarco-capitalista".Imagen: Mario De Fina/AP Photo/picture alliance

"En realidad, los llamados antisistema suelen ser, más precisamente, antiestablishment: no están contra la democracia sino contra sus gestores, la llamada ‘casta'”, hace notar Malamud. Milei, en su discurso, utiliza precisamente el concepto de "casta”, refiriéndose a la clase política contra la que arremete. La casta sería el sistema.

"Cada vez se impone más la idea de que política es igual a manejos turbios, que es una actividad degradada”, plantea, por su parte, Carlos Aguirre. Y recuerda que, en Argentina, en 2001, la gente gritaba "¡Que se vayan todos!”. Se referían "a la clase política en su conjunto, sin distinción. Incluía a los políticos de supuesta izquierda, del centro, socialdemócratas, de la derecha y de la ultraderecha”, subraya el investigador mexicano.

¿Peligro para la democracia?

En su opinión, hay una crisis de la política en sí misma. Prueba de ello son los altos niveles de abstención electoral registrados en diversos países. "Cada vez menos gente cree en los políticos y por eso no va a votar. Entonces, estos outsiders muchas veces ganan elecciones, pero no con la mayoría del total de los posibles votantes. La mayoría de los posibles votantes se abstiene”, dice Aguirre.

¿Supone la corriente antisistema una amenaza para la democracia? Malamud no lo cree. "La estabilidad democrática, en principio, no peligra: los políticos antisistema también fracasan en el gobierno y son sustituidos por vía electoral”, apunta. César Augusto Chamorro, politólogo que estudió en Potsdam, advierte, en cambio, que este tipo de fenómenos tienden a tener rasgos, que pueden ser peligrosos, "de fanatización, de violencia de discurso”. Aunque, en el caso de Milei, hace notar que está moderando sus planteamientos: "Ya ha dicho que la dolarización va a tardar, que terminar con todos los planes sociales no es posible”, indica el politólogo, que de todos modos considera sus propuestas de inconsistentes.

Para el académico mexicano, el problema es más profundo. En su opinión, la proliferación de estos políticos "más que una amenaza, es una expresión de la crisis de esa democracia liberal, que cada vez está más divorciada de las situaciones reales de los ciudadanos”.

(dzc)