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¿Proteger los páramos o dejar a millones sin agua?

Darío Berrío Gil
11 de marzo de 2024

Incendios producto del cambio climático en Colombia y Ecuador ponen más presión sobre su frágil suministro de agua.

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Restos de arbustos, pastos y hierbas tras el incendio.
Restos de arbustos, pastos y hierbas tras el incendio.Imagen: Diego Suescún

En medio de la sequía de los últimos meses, un incendio arrasó más de 300 hectáreas de las montañas que surten de agua al nororiente de Colombia, dejando en claro la fragilidad de los ecosistemas de alta montaña frente al cambio climático y del suministro hídrico de los países de la región.

Desde la noche del 22 de enero, y durante cuatro días, las llamas envolvieron una porción del páramo de Berlín, ubicada a más de 3.000 metros de altura. En una labor conjunta, el cuerpo de bomberos, el Ejército, los habitantes del lugar y voluntarios de la vecina ciudad de Bucaramanga lograron extinguir el fuego, que para ese momento ya había consumido un área de frailejones  equivalente a más de 56 campos de fútbol. Los frailejones son plantas que crecen en los páramos y pueden llegar a medir hasta dos metros de altura. Son esenciales para retener el agua condensada de las neblinas y las lluvias y conservarla, fijándola al suelo.

Así como en Venezuela, Ecuador y Perú, los páramos son una de las principales fuentes de agua para millones de personas en Colombia. Lejos de ser un evento aislado, decenas de incendios como este han ocurrido en territorio colombiano y ecuatoriano desde noviembre de 2023, cuando comenzó la sequía y aumentaron las temperaturas, consecuencias del fenómeno de El Niño.

Tallos calcinados de los frailejones aún en pie, en el páramo de Berlín.
Tallos calcinados de los frailejones aún en pie, en el páramo de Berlín.Imagen: Diego Suescún

Tanto la vegetación como el suelo de los páramos no intervenidos pueden almacenar un gran volumen de agua, que luego ponen en circulación alimentando ríos y quebradas. Al retener agua en la época de lluvia previenen inundaciones, mientras que al liberar su contenido mantienen el caudal de los ríos en medio de la sequía.

Según dijo a DW Robert Hofstede, docente de la universidad San Francisco de Quito y consultor para programas ambientales, un metro cuadrado de este ecosistema puede liberar entre uno y dos litros de agua por día. Sin embargo, los daños producto de la minería, la ganadería y la agricultura reducen su capacidad de almacenamiento. Buena parte del páramo de Berlín está cubierta de cultivos de ajo, papa y cebolla, y aun así, el acueducto de Bucaramanga posee predios en el lugar para velar por el abastecimiento hídrico de la ciudad.

Una esponja en llamas

En altitudes superiores a los 3.000 metros, con temperaturas variables que rondan los cero grados Celsius, con abundante niebla y mucho sol, los páramos rara vez se incendian de forma natural. Especialmente adaptadas a estas condiciones extremas, el 60 por ciento de las especies de plantas que viven allí no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. Las hojas muertas de la mayoría de estas, tal como el frailejón y los pastos del pajonal, recubren sus partes vitales para protegerlas del frío. En palabras de Diego Suescún, profesor de Ingeniería Forestal de la Universidad Industrial de Santander, dicha cubierta no solo potencia la capacidad del ecosistema para almacenar agua, sino que también puede ser una barrera contra el fuego.

Al consumir las hojas muertas que recubren la vegetación y el suelo de los páramos, los incendios reducen su capacidad de almacenar agua. Suescún señaló a DW, tras su visita al lugar del incendio, que "la cubierta vegetal de los frailejones impidió que el daño del fuego sobre las partes vitales fuera mayor, sin embargo, aún no se sabe cuántas plantas sobrevivirán.”

Aún no hay certeza sobre la causa del incendio, pero las teorías al respecto oscilan entre una quema salida de control o un corto circuito en el tendido eléctrico de la zona. En los páramos de Colombia, Ecuador, Venezuela y Perú se llevan a cabo incendios controlados para destruir la vegetación silvestre, con el objetivo de reemplazarla por cultivos y ganado. "Los fuertes vientos que ocasionalmente se presentan en las montañas, sumado a lo recóndito de su ubicación, facilitan que el fuego se salga de control,” indica Suescún. Dependiendo de los daños causados por las llamas, el páramo puede necesitar entre cinco y diez años para recuperarse. "En caso de que los incendios se repitan en intervalos más cortos, el ecosistema perdería su capacidad para absorber agua como una esponja,” apunta Hofstede.

Fragilidad del suministro

Incendios como el ocurrido en el páramo de Berlín, en Colombia, revelan la fragilidad de los páramos ante la sequía y el calor del fenómeno de El Niño: el talón de Aquiles que podría dejar sin agua a millones en América Latina. Mayerly López, activista del Comité para la Defensa del Agua y el Páramo de Santurbán, dijo en entrevista con DW que el país no está preparado para lidiar con las consecuencias cada vez más extremas de fenómenos como El Niño o La Niña, y se está poniendo en riesgo el agua de la gente. "Ahora nos preocupa la sequía, pero no se trata solo de eso, luego vendrán las lluvias de La Niña”, subrayó.

Millones de personas en Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia dependen de los ecosistemas de alta montaña para obtener agua potable, producir energía hidroeléctrica y regar cultivos. La progresiva desaparición de los glaciares, el bosque alto andino y otros ecosistemas con capacidad para proveer agua aumenta la presión sobre los páramos. Mientras que la minería, la agricultura, la ganadería y la urbanización le roban terreno al páramo, el calentamiento global hace que las lluvias durante La Niña y las sequías de El Niño se tornen cada vez más extremas.

(cp)